La fogata “No pierdas el fuego” no fue sólo un acontecimiento; fue una experiencia que profundizó la conexión de nuestros jóvenes con Dios y entre ellos.
Varios voluntarios compartieron historias personales de cómo se han enfrentado a la adversidad sin perder nunca el fuego espiritual. Estas historias fueron un poderoso recordatorio de que el amor y la fuerza de Dios nos sostienen en los momentos más difíciles. A medida que avanzamos, sigamos alimentando las llamas de nuestra fe.
Extendemos nuestra más sincera gratitud a todos los que hicieron posible esta fogata, desde los voluntarios que ayudaron con la logística hasta los padres que confiaron a sus hijos a nuestro cuidado.



